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Programa de activación de las Comisiones de Trabajo

El ingeniero de minas y la gestión de residuos

Por Luis Terrón García, ingeniero de Minas

Cuando allá por el 29 de febrero, sí el día 29, obtuve la titulación de Ingeniero de Minas, me encontré con la situación de enfrentarme al mundo laboral.

Después de buscar, creo que no tanto como sería ahora, encontré un trabajo, en una empresa que me indicaban que se dedicaban al reciclado.

Mi sorpresa, y sobre todo la de mis allegados, fue cuando tuve que explicar a qué me dedicaba, y me contestaban:

-          Sí, sí, mucho Ingeniero de Minas y mucho reciclado de materiales, (novedoso en aquella época) pero piensa que te dedicas a la chatarra. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: chatarrero (Persona que se dedica a recoger, almacenar o vender chatarra)

En aquellos momentos tenía dos problemas:

1.    Enfrentarme al mundo laboral (recién titulado sin experiencia profesional previa).

2.    Enfrentarme a la sociedad para explicar que en el mundo de la chatarra, y también, ahora por extensión, en el mundo del reciclado hay Ingenieros de Minas trabajando en este sector.

Este fue el comienzo de mi carrera profesional en el mundo del medio ambiente. Pienso que fue, y es, una gran oportunidad.

Del mismo modo en aquella época, nos tenían a los Ingenieros de Minas, con la calificación de mineros, es decir, que todos los titulados desarrollábamos nuestra carrera profesional o en empresas de minería o en grandes empresas de reconocido prestigio, pero nadie podía suponer que los Ingenieros de Minas teníamos, y tenemos, un campo abierto en el sector medioambiental.

De hecho, cuando por algún motivo, era visitado, por algún técnico-comercial de un determinado proveedor, que era ingeniero de minas (consolidado en su empresa), se encontraba con la sorpresa, agradable, que había ingenieros de minas trabajando en el sector medioambiental.

Volviendo a mi entrada en el mercado de trabajo, me encontré en aquella época (años 97-98), con carencias, pues en el Plan de Estudios, no se enseñaba (o yo no lo recuerdo), nada en relación, por ejemplo a la legislación medioambiental ni a las técnicas de gestión de residuos, que en aquel momentos empezaban a estar en apogeo (Ley 10/1998, de 21 de abril, de residuos), y no me refiero a los residuos propiamente mineros.

A día de hoy, podemos considerar cómo estos dos aspectos se están imponiendo, en las tareas medioambientales de los Ingenieros de Minas en el desarrollo profesional.

Legislación

En lo que se refiere a la legislación, aunque ha sido comentado en otro artículo, indicar que hay además más legislación medioambiental, y que cada vez va siendo más complicado el cumplimiento. La Ley 16/2002 ha servido de base para el desarrollo autonómico de todas, o de casi todas, las legislaciones autonómicas en materia de prevención ambiental. Esto ha generado que existan, o existirán en breve, 17 legislaciones autonómicas, iguales en lo sustancial, pero diferentes en el desarrollo de la Ley 16/2002, con lo que de una Comunidad a otra, varía el procedimiento administrativo para la autorización administrativa de la correspondiente industria. Con esto, pienso que a veces, somos más licenciados en Derecho que Ingenieros de Minas, pues además de estas 17+1 legislaciones, existen las correspondientes al desarrollo de Evaluación de Impacto Ambiental, las provinciales y, cómo no, las municipales, etc., etc.

Gestión de Residuos

Para el desarrollo de esta actividad es necesario tener en cuenta todas las definiciones dadas en el artículo 3 de la Ley 10/1998, de Residuos, entre las que destaco dos:

ü  «Residuo»: cualquier sustancia u objeto perteneciente a alguna de las categorías que figuran en el anejo de esta Ley, del cual su poseedor se desprenda o del que tenga la intención u obligación de desprenderse. En todo caso, tendrán esta consideración los que figuren en el Catálogo Europeo de Residuos (CER), aprobado por las Instituciones Comunitarias.

ü  «Gestión»: la recogida, el almacenamiento, el transporte, la valorización y la eliminación de los residuos, incluida la vigilancia de estas actividades, así como la vigilancia de los lugares de depósito o vertido después de su cierre.

Ambas definiciones generan un desarrollo importante en la carrera profesional de los Ingenieros de Minas.

La propia definición de residuo, genera que muchos materiales tengan la consideración, desde un punto de vista de la opinión pública, de “negativos para el medio ambiente”, “peligrosos”, “no peligrosos”, “perjudiciales”,…. Sin tener en cuenta el valor medioambiental que pueden tener con una adecuada gestión.

En la propia definición de “gestión”, aparece como un elemento importante la valorización, aunque se deberían incluir, en mi opinión, la reutilización y el reciclado, de hecho en la definición de la Ley 10/1998, se indica que la valorización es “todo procedimiento que permita el aprovechamiento de los recursos contenidos en los residuos sin poner en peligro la salud humana y sin utilizar métodos que puedan causar perjuicios al medioambiente….

 

Para nosotros, los Ingenieros de Minas, es primordial que consideremos a los residuos, como MATERIAS PRIMAS, sin adjetivo calificativo posterior, pues en mi opinión, serán las minas de futuro de materiales de muy alta calidad, pues en muchos casos se conoce la composición exacta de los elementos que los componen, y tienen un fácil aprovechamiento, y sirven como input en muchas industrias, independientemente de que tengan la calificación de residuos o de materia prima.

Por ejemplo: ¿qué ocurre con un perfil estructural de una nave que es necesario desmantelar?, ¿es un residuo o es una materia prima para una fundición?, y ¿el recorte sobrante del mecanizado de una pieza?.

¿Qué diferencia hay entre ellas?, desde mi punto de vista únicamente administrativo, de ahí que en mi opinión, se considere como Residuo (de acuerdo a la legislación vigente), en lugar de materia prima, a parte de que el productor de este material (residuo), no proviene de su actividad principal (p.e. en el corte de una pieza metálica, lo importante es la pieza y el sobrante del lo considera, el taller, como residuo).

 

Existen muchos ejemplos, -que todos podemos conocer y no tener en cuenta en el día a día-, por los que generamos un residuo y simultáneamente estamos generando una materia prima para su utilización como tal en otro proceso industrial: ¿qué ocurre con la lata de bebida refrescante una vez que nos hemos bebido el contenido?, ¿qué ocurre con el coche viejo que entregamos en el concesionario cuando nos compramos uno nuevo?, ¿qué ocurre con el frigorífico que se nos ha estropeado y nos lo retiran gratis por la compra de otro nuevo?, en este caso, ¿nos hacen un favor eliminando el problema de deshacernos del viejo? o ¿a la vez que nos hacen el favor obtienen un pequeño beneficio económico?, y así podría seguir, poniendo ejemplos de situaciones cotidianas, en las que generamos un residuo, pero que simultáneamente estamos generando materias primas de calidad para procesos industriales posteriores.

 

Por tanto con este artículo quiero dejar constancia de la existencia de una minería del futuro: obtención de materias primas a partir del reciclado y/o valorización de los residuos que estamos generando, contribuyendo con esto a la mejora medioambiental de nuestro entorno.

 

El agua, otro mineral más

Por Javier Carrillo de Albornoz, Ingeniero de Minas

 

El agua es el mineral más necesario para la vida en la Tierra. En sus diversas formas y orígenes, afecta a la existencia de todos los seres vivos del planeta, ya sea por su escasez o por su abundancia.

 

El 71% de toda la superficie de la Tierra está cubierto por agua. Esto supone unos 1.460.000.000.000.000 m3, de los que el 97,5% es agua salada. Del resto, sólo el 0,007% está en ríos, embalses o lagos y, el resto, está principalmente en las masas de hielo de polos y glaciares.

 

Como pasa con los demás minerales, el agua no se puede utilizar en la mayoría de los casos directamente, sino que es necesario un tratamiento, que difiere según sea el origen del agua y, también según vaya a ser el uso que se le vaya a dar.

 

Fundamentalmente, el agua que usamos puede tener los siguientes orígenes:

-       Agua de mar

-       Agua de pantanos, ríos y embalses (agua dulce superficial)

-       Agua subterránea (acuíferos)

-       Agua antrópica (agua de segundo uso)

 

Según su aplicación, el agua puede emplearse para:

-       Agricultura (el 87% del agua se emplea para riego)

-       Consumo humano directo

-       Aplicaciones industriales

 

Según cual sea el origen y según cual sea la aplicación, el agua deberá recibir un tratamiento específico para cumplir con los requerimientos de calidad necesarios, que pueden ser tan simples como el simple embotellado (cuando se trata de aguas minerales para consumo humano) hasta procesos tan complejos como una depuración biológica seguida por un tratamiento con membranas de ósmosis inversa y un desmineralización (cuando se pretende reutilizar agua regenerada de un depuradora para alimentar una torre de refrigeración).

 

Veamos a continuación algunos de estos tratamientos.

 

Desalación de agua de mar

El principal problema para poder utilizar al agua de mar en la mayoría de las aplicaciones es su alta concentración de sales. Esta concentración no es homogénea, sino que varía de unos mares a otros. Así, el mar Báltico tiene una salinidad del 10 g de sal por kilogramo de agua mientras que en el mar Muerto es el 370 g/kg.

 

La eliminación de sales del agua de mar se hace, fundamentalmente, mediante dos procesos: La evaporación térmica y la ósmosis inversa. El primero, por su alto consumo energético, sólo se emplea en aquellas regiones donde la energía es extremadamente barata (fundamentalmente los paises de Oriente Medio).

 

La ósmosis inversa es un proceso que aprovecha una propiedad característica de ciertos compuestos que permiten, a determinadas presiones, el paso de agua a través de ellos pero impiden el paso de las sales.

 

En una planta de desalación por ósmosis inversa, el agua puede captarse a través de unos pozos playeros, que aprovechan la permeabilidad del terreno para que circule hasta ellos el agua, o mediante tomas abiertas, construcciones bajo la superficie del agua y a varios cientos de metros de la costa conectadas mediante tuberías con ella.

 

En ambos casos, el agua es bombeada desde las obras de captación hasta las plantas desaladoras, existiendo normalmente una desinfección previa.

 

Una vez en la planta de tratamiento, el agua se ajusta químicamente, se coagula y se filtra, normalmente a través de arena en una o dos etapas, con filtros de gravedad o a presión.

A continuación, el agua se rebombea a través de unos filtros de cartuchos de seguridad hasta las bombas de alta presión, que elevan el agua hasta alcanzar unos 65 bar, presión a la que las membranas de ósmosis inversa premiten el paso a través de ellas de aproximadamente el 50% del caudal bombeado.

 

Este 50% del caudal que atraviesa las membranas sin sales se denomina permeado. Al 50% restante, cuya concentración de sales se ha duplicado, es denominado rechazo, y conserva aún gran parte de la presión y, por tanto, de la energía consumida por el proceso.

 

Para recuperar esta energía y reducir los costes de explotación y el consumo energético, este rechazo se envía a los recuperadores de energía (turbinas, cámaras isobáricas, bombas), que permiten recuperar hasta el 90% de la energía empleada.

 

A continuación, el agua permeada, libre completamente de sales, debe ser acondicionada mediante una remineralización controlada, que dé equilibrio al agua y la haga apta para su consumo.

 

Regeneración

El agua que ya hemos usado puede ser regenerada hasta alcanzar calidades similares e, incluso, superiores, al agua que empleamos para abastecimiento.

 

El agua usada en las ciudades es recogida por las redes de alcantarillado que la conduce hasta las estaciones depuradoras o regeneradoras.

 

Allí, lo primero que se hace es un desbaste físico, mediante rejas y tamices de distintas luces de paso, para elimnar los sólidos de mayor tamaño que haya arrastrado el agua.

 

A continuación, se realiza mediante sedimientación un desarenado, que normalmente es acompañado por un desengrasado. Esto permite la eliminación de sólidos decantables de menor tamaño (como las arenas) y la eliminación de aceites y grasas complejos.

De ahí, el agua pasa a los reactores biológicos, donde colonias de bacterias se alimentan de la contaminación orgánica del agua, depurándola, mediante unos proceso denominado de fangos activados

 

Finalmente, al agua y las bacterias (fangos) son separados mediante sedimentación en los decantadores secundarios, quedando un agua depurada que puede ser vertida a cauce público.

 

Cuando se pretende la regeneración del agua, a continuación de los decantadores se suele instalar una filtración seguida normalmente por una desinfección mediante radiación ultravioleta.

 

Aplicaciones industriales

El agua en la industria se puede emplear en cientos de aplicaciones distintas. Cada una de ellas requiere de unas ciertas calidades y, por tanto, de un tratamiento específico para alcanzarla.

 

Tras la aprobación del RD 1620/2007 sobre reutilización de agua regenerada, las industrias han podido ampliar su abanico de posibilidades para el origen del agua que necesitan, ya que al tradicional uso de agua potable (ya fuera superficial o subterránea) se añadió el posible uso de agua regenerada.

 

Esta nueva fuente de agua presenta sobre todo una ventaja: Suele ser una fuente más fiable, ya que no depende de la climatología ni de la estacionalidad.

 

Además se trata de un uso más sostenible del agua y que permite liberar recursos para otras aplicaciones que los puedan demandar con mayor necesidad.

Las procesos de tratamiento evidentemente dependen de la calidad que se pretenda optener, que depnderá del uso que se le quiera dar, pudiendo ir desde una simple reja (para bombeo de grandes caudales de agua de mar para la refrigeración de las centrales térmicas) hasta procesos muy complejos con diversos tipos de membranas de ultrafiltración, ósmosis inversa y resinas de desmineralización para la industria farmacéutica.

 

 

Conclusiones

El agua es un mineral, posiblemente el más abundante de la corteza terrestre y, sin duda alguna, el más necesario para el ser humano. Como tal, los Ingenieros de Minas deben conocerlo en sus diversas formas, tratamientos y aplicaciones.

 

Su distribución no es uniforme y su consumo por el hombre varía enormente desde los 10 m3 por habitante y año de Kuwait hasta los 609.319 m3/hab/año de Islandia.

 

Como todos los minerales, no puede ser empleado tal y como se le encuentra en la naturaleza, sino que debe ser tratado para permitir su utilización. Dicho tratamiento dependerá tanto de su origen como de su finalidad.

 

Los procesos de tratamiento del agua están en continua evolución, ya que las calidades demandadas por nuestra sociedad son cada vez más estrictas.

 

El estudio y desarrollo de los procesos de tratamiento del agua, ya sea de origen natural o antrópico, teniendo en cuenta las distintas aplicaciones, debe ser uno de los campos de trabajo que más ocupe a los Ingenieros de Minas en los próximos años.

 

 

 

 

 

 

 

EL DERECHO AMBIENTAL Y LOS INGENIEROS DE MINAS

Angel Manuel Arias Fernández/ Dr. Ingeniero de Minas. Abogado. Presidente de la Comisión de Agua y Medio Ambiente del Coimce. Vicepresidente del CIDES

 Los ingenieros de minas han realizado en España, desde la creación del título en 1777, numerosas intervenciones cualificadas sobre el ambiente natural. Su trabajo ha ayudado, como manifestación específica de los avances técnicos, a la plasmación de la previsión bíblica de “dominar la tierra”. El colectivo ha merecido el aprecio histórico por esa labor, que le ha dado un alto prestigio corporativo y en el que se han destacado, a nivel mundial, ilustres profesionales.

Ese buen hacer ha generado a lo largo de décadas, multitud de puestos de trabajo, bienestar y riqueza. Numerosas poblaciones se han constituído de la nada en torno a explotaciones mineras, centrales energéticas, fábricas siderúrgicas y metalúrgicas y complejos industriales de toda índole, que son algunos de los sectores en los que los ingenieros de minas desarrollamos nuestro trabajo. Muchas comarcas deben su bienestar actual a quienes han sabido obtener de las entrañas de la naturaleza la riqueza escondida, poniéndola al servicio de la sociedad.

Más recientemente, y, en especial, a partir del último tercio del siglo XX, los ingenieros de minas hemos sido asociados por algunos sectores de la sociedad a la depredación del ambiente. Llevando el injusto juicio a categoría, pretenden que la profesión de ingeniero de minas está obsoleta o en vías de extinción, porque lo que ha de primar hoy es el respeto a la naturaleza, la conservación del medio natural.

Las minas, las canteras, las fábricas, los tendidos eléctricos, los muelles de descarga, los depósitos de combustible, las centrales de generación de energía, los residuos de cualquier producción, han pasado a ser vistos por algunos como una lacra ambiental.

Las restricciones para que se concedan permisos de apertura y explotación de cualquier actividad, y las trabas para que se puedan llevar a cabo las labores mineras y, en casi idéntica medida, los procesos productivos cualesquiera que sean, crecen casi cada día. Todos los municipios han creado áreas industriales, incluso en las vegas de los ríos o talando bosques  y bosquetes, con las que dicen apoyar encarnizadamente la implantación de “actividades limpias”, supuestamente creadoras de empleo de mayor calidad.

 Por otra parte y como consecuencia de su propia evolución, el avance tecnológico provoca crisis. Sectores estratégicos de antaño pasan a ser hoy víctimas del desarrollo. La falta de rentabilidad de algunas instalaciones y minas ha obligado a abandonar su producción. Hay bocaminas cerradas, pozos clausurados, castilletes oxidados, minas huérfanas, esqueletos de naves y hornos de cerámica, -por poner solo algunos ejemplos-, en las zonas que habían florecido gracias al trabajo esforzado de mineros, sidero-metalúrgicos, operarios eléctricos o de la cadena de producción energética, y a la buena gestión directiva de los ingenieros de la tierra.

Las escombreras, en donde se habían ido acumulando materiales de rechazo o el resultado de lixiviaciones y otros procesos de concentración de menas y carbones, han pasado a ser contempladas como vestigios de un pasado cuyas huellas se tornaron incómodas. Las cortas formadas para extracción en superficie de los minerales, las canteras y otras consecuencias de la minería a cielo abierto, han dejado huellas en la superficie natural, cuyos efectos visuales, consentido durante años como una derivada obligada y hasta deseable del trabajo minero, pasaron a ser consideradas solo desde un punto de vista estético. Algunos las encuentran abominables.

Podríamos igualmente referirnos a la valoración, con consideraciones de muy variada índole y propósito, que han merecido a partir de cierto momento, las múltiples instalaciones industriales y obras civiles en las que los ingenieros de minas, como otras ingenierías, han desarrollado y siguen desarrollando su tarea insustituible de producir bienes para la sociedad.

Ha sido muy interesante analizar esta situación desde una doble vertiente. Por una parte, desde la perspectiva de la respuesta dada por el propio colectivo ingenieril, se ha asumido de forma plenamente consciente esa responsabilidad ambiental. Los ingenieros de minas hemos estado también a la cabeza de quienes han incorporado a sus quehaceres la preocupación por restituir, en lo posible –técnica y económicamente- el medio natural a un estado que permita su posterior disfrute, incluso mejorándolo.

Se han recuperado espacios mineros degradados, convirtiéndolos en parques naturales, haciendo de ellos paisajes de indudable valor ecológico. En muchas vacías y cuencas agotadas, en los ríos en donde se vertieron antaño residuos de los procesos, o en zonas en las que quedaban al descubierto las plataformas de la extracción, existen hoy lagos en los que viven multitud de especies animales, se ha recuonstruído plenamente el hábitat, o se han dispuesto áreas de esparcimiento ciudadano, muy frecuentadas para disfrute de vecinos y visitantes. Los ingenieros de minas han dirigido, en todos ellos, las labores de restitución, de siembra y depuración de las aguas, incorporando a su metodología las nuevas normativas y sensibilidades.

No siempre se ha contado con la comprensión de todos los agentes sociales. Fieles a la filosofía egoísta y típicamente aberrante de querer disfrutar de todo lo bueno y no asumir ninguna de las inconveniencias, han proliferado también asociaciones llamadas ecológicas, agrupaciones vecinales muy beligerantes, dirigidas por intereses no siempre claros, o se han creado grupos políticos, que han apuntado preferentemente su parafernalia crítica contra las explotaciones mineras y sus consecuencias, de cualquier tipo que éstas fueran.

Se quiere, en fin, por estos grupos, constituídos en plataformas de presión, paralizar o crear impedimentos a la explotación de la riqueza natural, argumentando la defensa del medio ambiente amenazado.

La legislación ambiental aumentó desmesuradamente su normativa. En España, la traslación a las Comunidades Autónomas de la fijación de las reglas ambientales, ha dado lugar a una multiplicidad de directrices, no siempre coherentes y, desde luego, en absoluto homogéneas para todas las regiones.

El trabajo de los ingenieros aparece así sometido a una tensión adicional, que se une a la mediática, con elementos difusos, cuando no confusos. El ingeniero de minas se ve, con frecuencia, interferido en sus actuaciones, al margen del cumplimiento obligado de la legislación, por un panorama de críticas, objeciones e impedimentos, que no aparece justificado en ocasiones más que en la mentalidad gratuitamente contestataria de unos grupos que, por omiten la referencia a las consecuencias negativas de sustraer a la sociedad lo que ésta demanda para su desarrollo y bienestar, sino que solo magnifican los inconvenientes.

El derecho ambiental se ha venido configurando, al ser aplicado de forma inconsistente, como un elemento restrictivo al desarrollo. Los ingenieros que trabajan en el medio ambiente se ven obligados a incorporar medidas muy costosas a los procedimientos y explotaciones. Incluso no se ven exentos del riesgo de que se los atribuyan, con notable inseguridad jurídica a veces, responsabilidades administrativas o penales como consecuencia de su actividad profesional.

La legislación ambiental ha ido, tantas veces, más allá de valorar los efectos que su plena aplicación causa a la viabilidad de la explotación minera o el desarrollo industrial. Es cada vez más difícil conseguir la aprobación de un nuevo plan de labores, se deben incorporar medidas de mitigación y restauración (rectius, rehabilitación) muy caras, o se ha convertido en imprescindible contar con múltiples y delicados procedimientos de control y eliminación de partículas tanto en el aire, en los efluentes, persiguiendo la supresión de ruidos, polvos, impactos visuales, todo tipo de contaminación y molestias.

Como sujetos obligados de estas nuevas medidas y condicionandos, con frecuencia, temperamentales, se encuentran los ingenieros que tienen las responsabilidades en la planificación y ejecución de los proyectos. No es una situación cómoda con frecuencia. Ni tampoco es justo que se vea al ingeniero como depredador del ambiente, frente a los ecologistas que actúan como defensores del mismo.

No lo es porque, como ser humano dotado de especial sensibilidad –fruto precisamente de sus conocimientos técnicos- los ingenieros somos los primeros en saber valorar el alcance de nuestras actuaciones y estamos deseosos de paliarlos, y lo hacemos, contando con los medios que la técnica y el panorama económico ponen a nuestra disposición. Al fin y al cabo, estamos educados para hacer viables las propuestas.

¿Qué queremos, qué quiere hacer nuestra sociedad? Esa es la pregunta que debemos responder entre todos. Las actuaciones ambientales cuestan dinero, se convierten en externalidades que, si las incorporamos a los procesos determinan su rentabilidad. Si exacerbamos el control, puede suceder que convirtamos en irrentables los posibles negocios y los abortemos de raíz. Si seguimos necesitando los materiales, sean materias primas o productos elaborados, y renunciamos, por los condicionandos que la sociedad ha querido imponer, a fabricarlos con nuestros propios recursos, tendremos que importarlos y pagar por ellos a quienes los producen de forma más rentable, pero no siempre ambientalmente de forma menos gravosa para nuestra aldea global.

La evolución de la ingeniería de minas ha movido también a la adaptación de nuestro colectivo a los nuevos condicionandos sociales. Los ingenieros de minas estamos hoy ocupando de manera eficiente muy variados campos de la ingeniería, desde la investigación teórica a la enseñanza, desde la gestión de agua y residuos a la producción energética o la extracción de minerales, rocas y aguas minerales. Somos cualificados ambientalistas.

Lo hemos sido desde hace tiempo, y a la cabeza. La vigente Ley de Minas 22/1973 –con la incorporación realizada por la Ley 54/1980 que segregó en grupo aparte a los minerales y recursos de carácter energético- contiene ya, a pesar de su antigüedad, una clara sensibilidad, respecto al ambiente, traducida en disposiciones incorporadas a su articulado.

Así, en el art. 5.3 se señala que “el Ministerio de Industria realizará los estudios oportunos para fijar las condiciones de protección del ambiente, que serán imperativas en el aprovechamiento de los recursos”.  Los artículos 17, 33 y 69 se refieren a la imposición de las condiciones oportunas en orden a la protección del medio ambiente”, tanto para los recursos de la sección A (art. 17.2), como para el otorgamiento de la autorización para aprovechamiento racional de los residuos (art. 33.2) y la explotación de las concesiones  (art. 69.1).

Se ha expresado en ella, con claro carácter premonitorio, la facultad reservada al Estado para obligar a formar cotos mineros para protección del medio ambiente (art. 110.1), y se ha recogido la previsión de responsabilidades de los daños y perjuicios a terceros (art. 81) derivadas de los trabajos mineros, y el establecimiento de un régimen de sanciones que contempla también la protección al medio ambiente (art. 116).

El borrador de la Ley de Minas de 2003 incidía en la necesidad de la planificación de los trabajos mineros que resulta especialmente relevante –el énfasis es nuestro- para “los relativamente abundantes, de escaso precio en el mercado pero de imprescindible utilización masiva en las actividades industriales y la construcción”, aspecto que deberá trasladarse, indicaba el art. 4 del texto a “los instrumentos de ordenación del territorio correspondientes tanto a las Comunidades Autónomas, como a las entidades locales”.

La cuestión de la proliferación de normativas y la acumulación de una jurisprudencia, no siempre del todo coherente, sobre la reglamentación y consecuencias de las actividades industriales y mineras, ha sembrado de interrogantes el trabajo de los ingenieros, tanto de los proyectistas, como de los ejecutores de los proyectos. La inseguridad jurídica se cierne sobre muchas decisiones y la complejidad de los instrumentos jurídicos obliga a una análisis cuidadoso y, desgraciadamente, no siempre predecible, de los requisitos y de sus resultados.

No pueden citarse en este trabajo todos los elementos normativos, pero hay que poner de manifiesto que a los condicionandos específicos, se unen los generales, constituyendo un entramado de transversalidades, cualquiera que sea el ámbito del proyecto.

Junto a las normas generales, como la Ley 16/2002 (de Prevención y control integrados de la contaminación, transposición de la Directiva comunitaria correspondiente), hay que atender a otras Directivas comunitarias, aunque no hayan sido todavía transpuestas al ordenamiento propio –cuando se han superado los plazos previstos-.

Hay que atender a la declaración de espacios naturales protegidos o a la protección de fauna amenazada de extinción, respetar los exigentes niveles de calidad y cantidad, normados con crecientes imitaciones, tanto para la captación de las aguas como para el vertido de los efluentes, previendo instalaciones de depuración y reciclado (Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Aguas ( así como al Real Decreto-ley 11/1995, por el que se establecen las Normas Aplicables al Tratamiento de las Aguas Residuales Urbanas). Se deben respetar las concentraciones máximas para un gran número de compuestos que pueden estar presentes en los gases emitidos, así como los niveles de ruido insuperables según la distancia a núcleos urbanos o vías de transporte, etc.

La restauración de los espacios afectados ha quedado regulada por los RD 2994/1982  para las actividades mineras en general (en desarrollo del art. 5.3 de la Ley de Minas) y que el legislador entendió que debía completar con el RD 1116/1984 para las explotaciones de carbón a cielo abierto; ambos, por supuesto, complementados con sus OM de desarrollo.

A las limitaciones plasmadas con criterios numéricos, se añaden otras de evidente carácter cualitativo, como la obligación de utilizar la mejor tecnología disponible en cada momento, prever los trabajos de restauración (rectius, rehabilitación) del medio adecuados al momento de cierre de las explotaciones –que pueden durar decenas de años- o tener en cuenta las necesidades de formación, para incorporación de trabajadores locales a una actividad que puede exigir cualificaciones especiales, por no hablar de las exigencias que llevan a valorar, convirtiendo al profesional en gurú del futuro, en el impacto económico de una actividad y los efectos inducidos sobre la comarca.

Son solamente algunos de los efectos que el ingeniero debe analizar y evaluar en su trabajo, atendiendo, por lo demás, a su eventual responsabilidad administrativa, civil o penal.

Como los principios cambian, las derogaciones son continuas. El RD 1302/1986 de Evaluación de Impacto Ambiental, que transponía la Directiva 85/377/CEE fue modificado por la Ley 6/2001, de modificación del Real Decreto Legislativo 1302/1986, que estuvo vigente hasta el 30 de abril de 2006, momento en que fue derogado por la Ley 9/2006 que se centró en la evaluación de los efectos de determinados planes y programas en el medio ambiente, y que fue aprovechado como vehículo “adecuado” para modificar otras disposiciones, como la Ley 11/1997, de 24 de abril, de Envases y Residuos de Envases, que corrigió, ni más ni menos, que la definición de envase. Mientras estuvo vigente, quedó afectado por varios RD y Leyes como Ley 25/1988 de Carreteras, la  Ley 54/1997 de regulación del sector eléctrico o la  Ley 27/1992 de Puertos del Estado y de la Marina Mercante, todas ellas supervivientes hasta la fecha.

Es necesaria la actualización de la reglamentación minera, sin duda, y habrá que crear nuevos instrumentos flexibles, no en cuanto a su interpretación, que habrá de ser transparente, sino en lo que respecta a su adaptación a las necesidades y objetivos concretos de la sociedad. También han de revisarse los efectos económicos y prácticos de la profusa reglamentación industrial, conformando un corpus completo y homogéneo y clarificando la multiplicidad de disposiciones que, emitidas en diferentes momentos legislativos, se convierten, a la postre en inconexas.

Porque la preocupación no ha de ser únicamente ambiental, siendo este propósito, desde luego, encomiable y serio. La normativa ha de servir para clarificar las responsabilidades de los técnicos y de los demás profesionales que se dedican al noble ejercicio de la ingeniería, facilitando el que se incorporen las mejores tecnologías disponibles, con criterios de evaluación ambiental transparentes pero, sobre todo, asumiendo la consciencia colectiva de que los ingenieros, y, en lo que nos afecta, los ingenieros de minas, brindamos un servicio irreemplazable a la sociedad de la que formamos parte activa y somos siempre parte de las soluciones, y casi nunca lo hemos sido de los problemas.

Junio 2009

 

Minería ¿depredadora del medio ambiente?

Minería ¿depredadora del medio ambiente?

Autor: Rafael Fernández Rubio (Premio Rey Jaime I a la Protección del Medio Ambiente;Profesor Emérito de la Universidad Politécnica de Madrid;Presidente del Club Español del Medio Ambiente

e-mail: rfrubio@gmail.com 
 
 

Las edades mineras de la Prehistoria

       Si preguntásemos, a nuestro derredor, acerca de la minería y, más concretamente, sobre su incidencia en el medio ambiente, e hiciésemos una encuesta, no sería para nada sorprendente encontrar a una mayoría de la sociedad que adjudicaría las peores calificaciones a esta actividad, absolutamente necesaria, y que se ha desarrollado, paso a paso, de la mano de la humanidad.

       Cuando la Historia todavía era Prehistoria, y a lo largo de dos millones de años, existió una Edad de la Piedra… Aquel australopithecus consiguió progresar, y hasta hacerse hombre, porque supo construir utensilios, y armas de piedra y luego de metales… y ambas eran minería. Y el Neandertal se hizo Cro Magnon, porque perfeccionó aquellos utensilios, y vivió en aquel mundo subterráneo que eran las cavernas, encontrando en ellas agua y abrigo. Y, porque consigue pulir la piedra, deja atrás a sus ancestros del Paleolítico Superior (“piedra antigua” o piedra tallada), para pasear erguido por el Neolítico (“piedra nueva”, o piedra pulida). Y con piedras ciclópeas construye dólmenes y menhires, que no son otra cosa que un hacer minero.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Pero, igualmente, aquellos antepasados sumerios progresan, porque hacen minería, pudiendo caminar así por las sendas de la Edad del Cobre (Calcolítico), y luego de la Edad del Bronce (que no es otra cosa que la fundición de cobre con estaño); y esto ya pasaba hace más de seis mil años. Y, porque requiere transportar minerales, aquel antecesor comenzó a utilizar animales de carga, y hasta adentrarse por los rudimentos de la navegación a vela, y perfeccionar la rueda para el transporte. Y así, por aquellos quehaceres mineros, en los vericuetos del II milenio a.C., aquellos antepasados nuestros de la Prehistoria transportaban ese estaño, para fabricar bronce, desde la vieja Albión (o Alouion de Ptolomeo) hasta el Próximo Oriente. Y es que aquellos antecesores, lo reconozcan los antimineros o no, eran mineros.

       Y aquellos nuestros abuelos progresan porque descubren y benefician filones de hierro, mineral que calentaban en hornos, para separar la escoria, volviéndolo a recalentar para obtener un bloque de metal, que trabajarán con martillo y forja, para poseer el territorio y obtener los alimentos… Y, en lo más recóndito de  la Prehistoria, nació la explotación y el trabajo con aquellos metales nobles que son el oro y la plata, que siempre han sido objeto de deseo y patrón internacional de trueque, y que son fruto igualmente de la minería. 

Por los surcos de la historia

       No podríamos hacer camino, en la historia de la humanidad, sin discurrir por la Era del Carbón y por la Era del Petróleo, pese a quien pese, y no lo podremos hacer sin avanzar con paso firme por la Era Nuclear…

       Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Porque la humanidad, de la que somos ciudadanos, y con la que progresamos, es inconcebible sin hacer minería. Por eso, aquellos que, en sus vociferantes algaradas callejeras, lanzan enardecidas proclamas a un ¡minería no! deberían convertirse en australopithecus, caminando a cuatro patas. En otro caso son hipócritas en sus principios, cuando no quieren regresar a la Edad Pre-mina, que es lo que acontecería si prescindimos de todo lo que se produce por la existencia de la minería: vivienda, transporte, electricidad, sanidad, alimentación...

       Ahora, cuando se celebra el bicentenario de Darwin, que defiende esa continuidad y parentesco entre el hombre y las demás especies vivientes, se ve que algunos mentalmente no han progresado, y se sienten hermanos o primos de los chimpancés, con los que deberían compartir más del 99 por ciento de sus genes…

       Pero volvamos a lo nuestro, para dejar sentado que el progreso de la humanidad se basa en una necesaria minería, el negocio de más baja cuota en el cómputo de éxito/fracaso.

       Ahora bien, cuando enarbolemos conscientemente ese ¡minería sí!, lo tenemos que hacer desde el convencimiento de que la minería tiene que acometerse con las mejores tecnologías, coherentemente con los principios de la sostenibilidad, y por ello en el marco de un equilibrio social, económico y ambiental, sin demagogias y sin fobias1.

       Y esa minería tiene que ser respetuosa con el entorno, y con el hombre que lo habita; y lo tiene que ser con la sociedad, y tiene que recibir el apoyo (y también someterse al control) del Estado, pero no al de fanáticos antisistema, y antiprogreso.

       Y tenemos que ser conscientes de la necesidad de rehabilitar los espacios mineros, buscando incrementar los impactos positivos a costa de minimizar sus impactos negativos. Y “rehabilitar” es dar nuevo uso a ese territorio afectado, lo que es muy diferente de ese falso “restaurar”, al que inconscientes legisladores dieron carta de naturaleza, y con el que conceptualmente llevo luchando muchos años, viendo con satisfacción que cada día son más los que asumen la rehabilitación y olvidan la restauración. 

Los impactos antropogénicos

       Pero, llegado a este punto, en este discurrir, quisiera introducir una óptica que considero sustancial. ¿Qué significa territorialmente la afección de la minería? Apenas tenemos cifras comparativas, pero nos basta con abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor, donde quiera que estemos. Pero abrir los ojos para ver, y para ver con ecuanimidad, no dependiendo del color del cristal con el que queremos mirar. Eso es lo que pretende el Corine Land Cover2, al que aún le falta mucho camino por andar, si bien incluye en su delimitación a Zonas de extracción minera (1.3.1) y Escombreras y vertederos (1.3.2).

       Porque ¿quién impacta más territorio? La biodiversidad, esa por la que levantamos tribunas y enarbolamos banderas, está infinitamente más afectada por actividades como la agricultura, o las infraestructuras o el hábitat urbano, o la industria, o las áreas comerciales… Necesitamos producir alimentos para nuestro sustento, y nos hacemos “urbanícolas” para tener un techo y un lecho, y viajamos para buscar el encuentro… pero esas actividades, que consideramos imprescindibles, consciente o inconscientemente, afectan infinitamente más territorio que la minería. Su afección se extiende normalmente a decenas de tantos por ciento del territorio, cuando la minería apenas lo hace a décimas o a centésimas de ese porcentaje, y muy frecuentemente en lugares inhóspitos y desheredados.

       Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Por ejemplo, en la Región de Murcia la agricultura ocupa el 53,5 % de la superficie regional y, en ese análisis de usos del suelo, que nos aporta el CORINE, incluso para lo que se definen como “cuencas mineras”, como es el caso de Montalbán (Aragón), la agricultura ocupa una superficie que multiplica por 28,90 a las áreas que han tenido alguna ocupación minera, y las zonas forestales la multiplican por 129,28… Lo que acontece es que la minería tiene, tras de si, a empresas a las que esos grupos de presión anti-mineros odian visceralmente.

       Pero es que, a mayor abundamiento, eso que pomposamente se ha dado en llamar “agricultura ecológica”, no podemos negar que afecta a la biodiversidad, al cultivar terrenos que, en su condición primigenia, debieron tener una biodiversidad diferente a la que ahora el hombre implanta, sin restituirla a los cánones de la más ortodoxa ecología. Y es que todos los fundamentalismos son irracionales, y propios de irracionales ayatollah.

¿Quiere esto decir que la minería debe tener “patente de corso”? Por supuesto que no, pero no un no cualquiera: un rotundo ¡no! La minería tiene que desarrollarse con las mejores herramientas que la técnica hoy nos ofrece, y debe encararse con un decidido convencimiento de aplicarlas, en pos de una ansiada sostenibilidad bien entendida.

       Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Y es por ello que, en el Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre «La minería no energética en Europa» (2009/C 27/19), publicado en el Diario Oficial de la Unión Europea, se insta a la Comisión y a los Estados miembros a “Incrementar la compatibilidad de la extracción con la protección del medio ambiente: ampliando las mejores prácticas basándose en Natura 2000” (las “negritas” no son mías). Pero es que, además, y para los que no entienden la necesidad de la minería, que lean sin saltárselo lo que allí se dice taxativamente “Los minerales son esenciales para el desarrollo y, por tanto, para nuestra calidad de vida y la creación de comunidades sostenibles.”. Porque “En la actualidad el 70 % de la industria europea depende de sustancias extraídas del subsuelo”.

       Los que quieran vivir como humanos: apoyen a la buena minería. Los que quieran prescindir de ella: háganse australopitecus. ¡Todos seremos felices!

       Este es mi mensaje desde el dilúculo3 de la vida…

Este blog pasa a ser la plataforma de expresión de la Comisión Agua y Medio Ambiente del COIMCE

Creada la Comisión de Agua y Medio Ambiente del Coimce, de la que, por mandato de su Junta Directiva, paso a ser su coordinador, hemos creído conveniente aprovechar esta plataforma, con el sugerente título de "Ingenieros de la Tierra", para exponer públicamente nuestras ideas sobre la vinculación de los ingenieros de minas al medio ambiente.

Son muchas las actividades que nuestro colectivo desarrolla en este sector. El amplio respaldo de compañeros que ha tenido la iniciativa de relanzar esta Comisión, lo pone de manifiesto.

Por tanto, y desde ahora, invitamos a todos los ingenieros de minas a que se expresen en este medio. Desde la Comisión, ofreceremos información -general y específica- sobre los amplios sectores que tienen que ver con nuestro trabajo profesional. Se incluirán artículos de divulgación, informes técnicos y propuestas, que cumplan un doble objetivo: demostrar nuestra actitud responsable respecto al ambiente, en sus variadas formas, y servir de punto de encuentro para el intercambio de ideas y experiencias.

Adelante.

Angel Manuel Arias

Dr. Ingeniero de Minas. Abogado. Vocal del COIMCE, responsable de la Comisión de Agua y Medio Ambiente.

Programa de activación de las Comisiones de Trabajo

Las Comisiones de Trabajo de la actual Junta Directiva del Colegio de Centro son inoperantes o poco operativas.

Por supuesto que es difícil activar el trabajo desinteresado de colectivos en esta sociedad guiada por fines esencialmente particulares y hedonistas. Pero se puede conseguir, con apelación a la solidaridad, motivación surgida de la propia entrega, y buscando la cualificación de los miembros integrantes de las diferentes comisiones, con planes trazados con objetivos concretos.

Tomemos como ejemplo de actuaciones, a la Comisión de Ambiente. ¿Alguien sabe quiénes la forman, qué actividades realiza, en dónde participa, quién la dirige?

Debería ser una de las más activas, precisamente por el reconocimiento de la importante influencia que nuestra ingeniería tiene sobre el ambiente. La ingeniería de Minas actúa sobre el entorno con indudable impacto, pero este impacto tiene múltiples valoraciones y la mayor parte de ellas deberían de ser positivas.

Solamente desde la presentación seria y razonada a la sociedad de las causas de esas actuaciones ambientales, de sus efectos sobre la generación de riqueza, actividad económica y empleo para la zona, ha de entenderse la adecuada valoración de la minería, la producción eléctrica, las instalaciones de depuración de aguas, tratamiento de residuos, prospección geológica, metalurgia, etc. etc.

El trabajo de la Comisión de Ambiente del Colegio de Centro ha de servir de punto de encuentro a los profesionales que estamos trabajando en el sector, y, también, ha de significar la oportunidad de influir con informes, dictámenes, opiniones, en la valoración de nuestra actuación.

Nos proponemos reactivar, impulsar y dar sentido y contenidos a esta Comisión, recuperando la línea que se inició cuando Angel Arias era vocal de la Junta del Colegio, con informaciones públicas de sus actuaciones y la organización de foros y jornadas, colaborando en las que se celebren en la zona del Colegio de centro, y entroncando esas actividades con las que realice el Consejo Superior, otros Colegios de Ingenieros de Minas y las múltiples empresas e instituciones en donde los ingenieros de minas tenemos presencia.